Hace un año y medio, nos enfrentamos a algunos desafíos. Vivir, trabajar y criar en medio de una pandemia global no es fácil, especialmente con niños en cuarentena y que no pueden asistir a la escuela durante tanto tiempo, la ausencia de vida social y tener que distanciarse incluso de nuestras propias familias. Cuando comenzó el verano, pensé que finalmente empezábamos a salir de lo que esperaba que fuera lo peor de esta temporada que no olvidaremos rápido. Pero me equivoqué. Mi familia y yo nos infectamos de COVID-19 a fines de julio y nuestros síntomas continuaron hasta bien entrado agosto, pero afortunadamente mi esposo y yo estamos vacunados. La variante delta, que representa un riesgo grave para las personas no vacunadas, continúa propagándose en todo el país, por lo que es una buena idea seguir las pautas de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) durante el resto del año.
Como madre, me doy cuenta de que somos más resilientes de lo que creemos. Ahora, miro hacia el futuro con esperanza, incluso a medida que nos recuperamos de pérdidas recientes y seguimos minimizando el riesgo para nuestras familias.
Perder a mi suegro
Durante el año pasado, mi familia tuvo que lidiar no solo con los efectos de la COVID-19, sino también con la pérdida de seres queridos. Mi suegro sufrió un accidente cerebrovascular en agosto de 2020 y pasó semanas en el hospital, mientras su afección empeoraba y no podíamos visitarlo, abrazarlo y besarlo, ni ayudarlo con sus cuidados. Programamos llamadas por Zoom para poder hablar con él y asegurarle que estábamos allí para apoyarlo aunque no pudiéramos visitarlo en persona debido a las precauciones de seguridad del hospital. Mi esposo y yo nos aseguramos de que nuestras dos hijas, de 7 y 9 años, también estuvieran en Zoom, para que él pudiera escucharlas y ver sus dulces caritas. Esperamos que esto lo alentara y fortaleciera su voluntad de vivir, ya que eran sus únicos nietos.
Luego de un par de meses, y después de muchos contratiempos y una breve etapa en un centro de rehabilitación, lo enviaron a casa, pero terminó en otro hospital dos días después, donde falleció en octubre. Mi suegro, José “Pepe” Santamaria, era un alma cariñosa que siempre estaba allí para ayudar, que amaba reunirse con la familia y cantar canciones que aprendió en Cuba, y que atesoraba su tiempo con sus dos nietas. Cuando falleció, fue difícil decirles a las niñas. Ellas vieron cuánto había estado sufriendo su “Abu”, así que les dijimos que estaba muy enfermo y que su cuerpo estaba demasiado débil, así que era hora de que se fuera. Les dije que el cielo ganó otro ángel y que él siempre estará aquí para cuidarlas y cuidar al resto de la familia. Lo cierto es que, incluso cuando un ser querido está enfermo, uno no quiere dejarlo ir. Cuando llegó el momento del velatorio y el entierro, mi esposo y yo decidimos no llevar a las niñas al velatorio porque era un momento muy emotivo, ya que todos dijeron sus palabras de despedida. Pero sí las llevamos al entierro a la mañana siguiente, donde colocaron flores en la tumba, derramaron algunas lágrimas y recibieron el apoyo que necesitaban de parte de los parientes lejanos. Todo esto era nuevo para ellas y realmente no comprendían los sentimientos que estaban experimentando, así que hablamos sobre esto y respondimos sus preguntas lo mejor que pudimos.
Después del fallecimiento de mi suegro, mi esposo también perdió a un primo por la COVID-19 en diciembre. Luego, a mi padrastro, el abuelo Jorge, le diagnosticaron linfoma y hubo un momento en el que no sabíamos lo que pasaría, pero oramos a Dios todas las noches juntos y le pedimos que se curara. Afortunadamente, mi padrastro está respondiendo bien a los tratamientos y se siente mucho más fuerte, por lo que mis hijas han podido pasar tiempo con él y yo sé cuánto valoran esos momentos, ahora más que nunca.
Cómo hablar con sus hijos sobre la muerte
Hay muchos factores involucrados en la forma en que los niños procesan la pérdida, como qué tan cercana era la persona que falleció, su edad y nivel de madurez, y su sistema de apoyo. Sin embargo, es importante que su hijo sepa qué esperar para que esté preparado para lo que vendrá. Estas son algunas cosas que puede hacer para ayudar a sus hijos:
- Dé las noticias de manera cuidadosa, usando palabras claras y concisas que puedan entender.
- Permítales tomarse un poco de tiempo para procesar las noticias y reaccionar a lo que les está diciendo.
- Deles consuelo y hágales saber que usted está ahí para escuchar lo que tienen para compartir.
- Explíqueles las tradiciones familiares en torno a funerales, para que comprendan lo que está sucediendo.
Según Psychology Today, está bien llorar juntos, decir “no sé” cuándo no tiene todas las respuestas y usar las palabras “muerto” o “murió”, porque ser realista ayuda en el proceso de duelo. Además, sea sincero sobre lo que sucedió para que sus hijos comprendan lo que está pasando.
Pasos que puede seguir después del funeral
- Observe a sus hijos y asegúrese de que estén bien.
- Deles consuelo y tranquilícelos si aún están afligidos.
- Comparta recuerdos sobre la persona, miren fotos viejas juntos, armen un libro de recuerdos y escriban algunas historias favoritas.
- Dé a sus hijos tiempo para que se recuperen, pero si nota que están tristes o molestos, busque ayuda de un profesional.
Una cosa que me gusta hacer es crear un libro de fotos en línea que esté lleno de nuestras fotos favoritas. También les pido a los miembros de la familia que compartan sus fotos, para que pueda diseñar el libro. Luego, pido varias copias para regalar a nuestra familia cercana. Esta es una excelente manera de recordar y honrar a su ser querido. Cuando piense en esa persona, saque el libro y reviva los maravillosos recuerdos que compartió.